El juego y la religión
El vínculo entre el juego y la religión es tan antiguo como ambos conceptos en la vida del hombre. La invocación a los dioses para tener éxito en los juegos de azar es una costumbre que no sólo se observa en la actualidad, sino que surgió con los primeros cultos paganos. Este comportamiento puede observarse inclusive en el caso de sociedades primitivas, como las comunidades aborígenes que poblaban el continente americano previo a la conquista, donde también tanto las ganancias como las pérdidas se explicaban a partir de la voluntad divina. En particular, el tradicional juego de pelota de los pueblos de Mesoamérica involucraba una mezcla de ritualidad, religión y grandes apuestas.
Tampoco se aprecia diferencia alguna entre las costumbres de la sociedad occidental y oriental en lo que respecta a este tema. Ya la mitología griega describe la creación del mundo como el resultado de un juego de dados entre los dioses Zeus, Poseidón y Marte, mientras que las apuestas han acompañado asimismo a la cultura china antigua desde sus orígenes. Con la introducción y la expansión del Cristianismo en Europa, la relación entre el culto a determinados santos y el éxito en el azar no se hizo esperar; tal es el caso de figuras como la Madonna del Carmine o San Alessio en Italia.
No se trata de una actitud que pueda extrañar. El rezo y los pedidos a dioses son materia común a todas las religiones, y en especial (aunque no necesariamente) se centran en cuestiones que escapan a la voluntad y control del hombre. La incertidumbre es la característica distintiva de las apuestas y los juegos de azar, por lo que es de esperar que la apelación a lo divino tome un protagonismo especial en lo que respecta a este tema. El temor y la ansiedad por lo incierto tendrán siempre un correlato en la religiosidad.