Diferencias entre religiones monoteístas y politeístas sobre el juego
En el estudio de las posiciones que adoptan los distintos cultos religiosos con respecto al juego y las apuestas, surge una diferencia fundamental que quizás no es esperada a priori. Tiene que ver con una marcada división en la postura de las religiones monoteístas y las politeístas o animistas. Las primeras impulsan un monopolio de lo divino y sobrenatural, y entienden que incursionar en acciones como apostar aleja a los individuos del camino de la verdad y el comportamiento moral adecuado. Las segundas, en cambio, no impulsan este tipo de condena, sino que aceptan los juegos de azar y en muchos casos los incorporan dentro de su doctrina.
Las culturas originarias de Norteamérica o Mesoamérica solían incorporar las apuestas como parte de la veneración de sus dioses, y las asocian con el culto al destino. En la tradición religiosa de la China continental previa a la Revolución Cultural, el vínculo entre ambos conceptos tenía lugar de un manera similar: las ofrendas e invocaciones a ciertos dioses para el éxito en el juego eran una parte establecida de la admiración a esas figuras.
Las grandes religiones de masas que promueven el culto a un único dios, como el Cristianismo y el Islam, han sido siempre contrarias a las apuestas. Los distintos concilios de la Iglesia Católica desde sus orígenes condenan el juego en forma tajante, y luego de la Reforma Protestante, las nuevas corrientes del Cristianismo continuaron con esa visión más allá de las diferencias en otros ámbitos de la fe. Sin embargo, el correr del tiempo ha flexibilizado los dogmas y ambas tendencias han moderado su visión al respecto; ya no se entiende como un exceso cualquier tipo de apuesta, sino el comportamiento adictivo y nocivo para el individuo, que le impide cumplir con el resto de sus obligaciones morales. De todas maneras, el conflicto entre los sectores más conservadores y liberales de las religiones monoteístas no permite fijar una postura clara al respecto.