La posición del Islam con respecto al juego
Si bien el Islam es la más joven de entre las religiones de masas vigentes en la actualidad, se estima que en la actualidad existen unos 1.600 millones de fieles que siguen las enseñanzas del profeta Mahoma, contenidas en el libro sagrado de los musulmanes, el Corán. Estas escrituras distinguen dos grandes tipos de acciones, «halal» o «haram», dependiendo de si se trata de actividades en concordancia o contrarias a los preceptos del profeta. Aquellas cuestiones que son consideradas «haram» implican un castigo de acuerdo a la ley islámica, la Sharia, y el apostar se encuentra entre ellas, conjuntamente con la ingesta de alcohol o carne de cerdo.
Según lo que se puede observar en los textos fundamentales del culto islámico, el juego es obra del Diablo para generar la discordia de los hombres y alejarlos del camino de la fe. Esto incluye todo tipo de juegos de azar, como los dados, las carreras o incluso las máquinas tragaperras. Pero el rechazo no sólo parte de la idea de la tentación demoníaca; Islam y Judaísmo comparten un principio que asemeja las apuestas con el robo, ya que se entiende que el ganador en juegos de azar no realiza ningún esfuerzo para obtener su dinero, y que lo extrae de los restantes apostadores sin contraprestación alguna. La remuneración debe ser fruto del trabajo y no estar definida por la buena fortuna.
Las graves consecuencias que la adicción al juego puede tener sobre los individuos y el tejido social de la comunidad también son consideradas por el Islam a la hora de juzgar negativamente a la actividad. Si se entiende que la religión busca la paz y la consolidación de la familia, todo aquello que es destructivo para estas iniciativas debe ser rechazado, y es por esto que las apuestas son clasificadas dentro del espectro de lo «haram».