¿Qué dice el Judaísmo acerca del juego y las apuestas?
Si bien no se encuentran tantas referencias al juego y las apuestas en el Antiguo Testamento y en otros libros sagrados judíos, el conocimiento histórico nos permite asegurar que se trataba de prácticas extendidas en las sociedades incluso en la antigüedad.
Los preceptos del Judaísmo en relación al tema no son tan estrictos como en el caso del Islam, y el juego es una actividad permitida y aceptada. No obstante, existe una similitud entre ambas religiones, y tiene que ver con la mirada reprobatoria del jugador profesional, aquel que hace del juego su única actividad y fuente de ingresos. Esto se debe a que el Judaísmo considera que es necesario realizar una contribución a la sociedad, y que las apuestas no sólo no se enmarcan en este concepto sino que también implican un perjuicio para quien pierde el dinero. En cierta forma, según la interpretación más frecuente entre los rabinos y estudiosos de la fe judía, la convicción del apostador sobre su éxito es tal que no existe ninguna voluntad de éste para entregar su dinero en la derrota; de esta manera, quien se hace de este dinero mediante el azar estaría cometiendo un acto similar al robo, quedándose con un dinero que no es otorgado con una firme voluntad.
La posición respecto del juego ocasional es en cambio más flexible. El jugador que cuenta con otra ocupación principal con la que conseguir sus ingresos tiene permitido el participar en juegos de azar como las cartas, los dados y las carreras. Incluso es aceptado que organizaciones y caridades judías recauden dinero por vía de loterías y rifas, siempre y cuando esté implicado un fin vinculado con la beneficencia y el sostenimiento de la fe. De todas formas, se encuentra estrictamente prohibido llevar adelante este tipo de actividades en el interior de sinagogas y templos.